1856, Mi bella María José
Guadalajara Jalisco, viernes 6 de Julio de 1856
Cae la tarde, ¡OH mi bella María José! veo la hermosa silueta de tu cuerpo descendiendo por las escaleras, tú con la envolvente hermosura de tu sonrisa me miras fijamente, haciendo fusionar nuestras almas por medio de nuestras miradas, volteo a mi derecha y vi a tus padres muy alegres sintiéndose orgullosos por nuestra relación, volví mi mirada hacia ti ya casi terminando de pisar los últimos escalones, tomé de tu mano con suma delicadeza y la besé con esa ternura que siento por ti y te ayudé a bajar, – Qué hermosa estas- dije yo admirando tu belleza la cual estaba envuelta por un gran y elegante vestido blanco el cual acentuaba tu silueta, esa falda sobre-cargada de adornos a veces innecesarios porque yo solo me conformo con mirarte a ti ya que tú eres lo más hermoso de mi vida, – Gracias, tú también te ves muy guapo- respondiste tú con esa sonrisa en tu rostro, yo vestía un elegante frag negro, te tomé del brazo y salimos a dar un paseo.
Al salir vemos el pavimento de piedras tan rústico y parejo, que inspira a salir seguido con la persona que tanto quieres así como yo con mi amada María José.
Caminamos por la calle del Santuario (hoy con el nombre de Pedro Loza), platicábamos sobre nuestras anécdotas, y como siempre los dos reíamos y eso me encanta porque yo al hacerla sonreír mi alma se ilumina y me olvido de todo.
Llegamos a la plazuela ubicada frente a la iglesia Catedral (hoy plaza de los Laureles), veo ya sus casi terminadas sus nuevas torres faltándole solo unos detalles; las originales cayeron en un fuerte temblor en 1818, estas nuevas torres se construyeron bajo la idea y dirección del arquitecto Manuel Gómez Ibarra, estando en la mitra el Arzobispo Pedro Espinoza y Dávalos.
Ya estando en la plaza mayor (hoy plaza de Armas) empezamos a caminar y muy discretamente nos tomábamos muy fuerte de la mano, teníamos que hacerlo discreto porque según las reglas de la sociedad era algo indebido, pero yo no creo en esas mal planeadas reglas de la sociedad, al contrario yo pienso que al unir nuestras manos es unir a dos almas que sienten un amor limpio, y eso sentía yo al sentir la mano de mi amada María José. No dejaba de mirar sus ojos los cuales te expresan un sentimiento tan hermoso que todos los seres humanos deseamos, esa conexión entre nosotros el cual todo nuestro entorno desaparecía, ese es un momento tan bello en el cual las palabras salen sobrando y por medio de nuestras miradas parecíamos escuchar nuestros latidos, – Mi amado Franco, hay tanto que quiero decirte y tanto que te quiero mostrar que lamentablemente no puedo expresar en este momento- dijo mi bella María José, me acerqué a su oído cerciorándome de que nadie nos estuviere viendo y le dije –Te amo-, vi como sus pupilas se dilataron y sus ojos brillaron de la emoción, sonrió sin decir ni una sola palabra, la tomé del brazo y tomamos nuestro camino de regreso a su casa.
Al cruzar la calle de San Diego (hoy calle Garibaldi) me encontré a una persona la cual yo creía que era mi verdadero amigo, y así fue, pero todo cambió y la envidia junto con el odio que sentía hacia mí creció dentro de él, por muchos motivos que luego les daré a conocer, y uno de esos motivos es porque yo tengo el amor de María José siendo que él también está muy enamorado de ella, así que solo nos miramos, él empuñaba su mano al mismo tiempo de que me miraba con odio, no pasó a más, solo nos miró, caminamos sin decir nada para continuar con nuestro rumbo, después de eso veíamos las carrozas de otras personas, el caminar de la gente, a los indígenas vestidos con sus coloridos bordados en sus ropajes de tela de manta, a los cargadores del agua transportando los cántaros en las carretas de madera, también a los señores bien a acomodados con sus trajes muy elegantes, sombreros de copa y un flamante bastón con acabados dorados; se oyen las voces de los comerciantes y de los compradores en toda esta zona, en fin es un colorido y variado paisaje de nuestra sociedad (siglo XIX) sin olvidar la inocencia de los niños jugando, gritando y corriendo.
Llegamos a su casa y como suele suceder siempre, yo afuera y ella adentro, platicando por medio de una de las ventanas de su sala, -Te adoro Franco, gracias por compartir conmigo este hermoso atardecer, somos afortunados de que nuestras familias nos hayan dado la libertad de elegir a nuestra alma gemela y ¿sabes algo? me alegra que mi alma gemela seas tú- dijo María José con la alegría expresándola a su máximo esplendor, -Tú lo has dicho mi bien amada, cuántas personas desearían tener nuestra suerte, a varias personas las obligan a casarse con la persona que los padres eligen, y estoy totalmente convencido de que tú lo eres todo para mí- le respondí dándole un beso en su mano al finalizar estas palabras.
Ya estaba empezando a ocultarse el sol, le pedí al mayordomo de la familia de ella que por favor sacara mi caballo el cual me hacen el favor de cuidármelo cuando me lo llevo y le pedí también que me lo preparara para regresarme ya a mi casa.
Entrando a mi casa lo primero que huelo es el olor a pan, ese pan horneado por mi querida nana Citlaly en el horno de ladrillo cubierto con un tipo de barro y con leña, ese pan es una delicia; la casa ya tenía varias velas encendidas por la poca luz del sol que había, así que entré a la cocina muy hambreado, -¿Cómo le fue a mi bebé?- así me decía de cariño mi nana, ella es como de la familia ha estado aquí lo que yo tengo de vida, ha cuidado de mi y de mi hermana Victoria como si fuera una madre ya que nuestros padres murieron cuando mi hermana y yo éramos muy pequeños, recuerdo que unos bandidos sabían de nuestro dinero así que obligaron a decirle a mis padres dónde se encontraba escondido, así que fueron hasta el cerro del Gachupín (hoy cerro del Tesoro) y no conformes con saber de la ubicación del dinero, ahí mismo los mataron, desde ese día mi nana nos ha cuidado y defendido como una madre; dejo de pensar en tan amargo recuerdo y esta noche cenamos mi hermana, mi nana y yo el delicioso pan que ha horneado mi nana.
-Oye hermano, ¿cómo te va con María José?- me dijo mi hermana en el pasillo antes de entrar a nuestras respectivas recámaras, -¿Sabes? es algo tan hermoso lo que siento por ella, pero me da aún más alegría el verla a ella feliz, ver su mirada me cautiva y. . . ay hermana son tantas cosas que no terminaría de decirte en éste momento- respondí con una mirada de un total enamorado, -Buenas noches hermanita preciosa- le dije dándole la bendición y un beso en la frente a lo que después me dice –¿Qué chica no estaría feliz teniendo a un gran y cariñoso hombre como tú?- dijo mi hermana sonriente dándome también la bendición y un beso en mi mejilla, y ambos entramos a nuestras respectivas recámaras.
Ya era sábado, mi reloj marcaba las 5 de la mañana, mi hermana y mi nana fueron al mercado a comprar las frutas y los víveres del día, yo aprovechaba esa hora para darle de comer a los caballos, arreglar la silla, entre otras cosas. En todo eso que hice oí la campanada proveniente de la Capilla de Jesús que se ubicaba a tres calles de distancia, dando la primera llamada a misa de seis, dicha parroquia terminó su fabricación hace casi tres meses, y se consagró el 16 de abril del presente año (1856), me puse mi vestimenta de gala, me peiné y me fui a misa de seis a la Parroquia.
Estando en el atrio del templo saludaba muchas personas que conocía, siempre tomaba un lugar cerca del altar y no por llamar la atención como mucha gente solía hacer, sino porque simplemente me gustaba estar cerca del altar, si, un altar muy bonito tallado en madera (sustituido por el de mármol en 1931) en el acto noté que entraron mi hermana y mi nana al templo, pero después mi mirada se iluminó por que vi entrar a mi amada María José junto con su madre Doña Ana María, se me hacía muy raro verlas en este templo ya que ellas viven cerca del Santuario, vi como ella también me miró y como siempre me mostró su hermosa sonrisa, tomaron dos lugares atrás de mí, y en ese momento entra el Sr. Cura José Gómez a presidir la santa misa.
En la comunión María José pasando a un lado mío, discretamente me dio un pequeño papel, yo lo tomé y lo guardé también con suma discreción, seguido de ello me acerqué al comulgatorio y recibí la sagrada eucaristía, el finalizar la misa salí con mi nana y mi hermana al atrio, entre la gente que salía del templo vi a María José y a su madre, en eso rápidamente saqué presuroso el pequeño papel que me dio, lo abrí y decía: “Te amo mi vida, te veo a las tres de la tarde en la plazoleta de Jesús”, esa plazoleta era un hermoso jardín arbolado con naranjos y con una fuente en medio, el mencionado lugar se ubicaba a un costado de esta parroquia (hoy Mercado el IV centenario), una ves que ya estaba cerca de mi saludé con sumo respeto a Doña Ana María y su hija mi amada María José, me dijeron que tenían deseos de conocer la nueva parroquia y que por eso vinieron hasta este lugar, yo les mencioné que esta parroquia se erigió desde 1815 por el obispo Cabañas, y que antes era una capilla muy chica (hoy el Refugio ubicado en la avenida Federalismo), después se tomó posesión de este terreno y así construyeron un templo provisional y tiempo después el templo de dicha parroquia, después de una platica amena con doña Ana María y María José, suben a su carroza, despidiéndose de mi hermana, mi nana y de mí.
Las horas se me hacían eternas, yo estando con la emoción de ver a mi bella María José, en mis ratos libres me pongo a pintar y así que esa tarde estaba pintando un retrato de la nueva parroquia, la parroquia de Jesús, vi que ya faltaban unos minutos para las tres, tomé mi saco y mi sombrero, y me dirigí a la plazoleta de Jesús, y vi a ella sentada en esa fuente ubicada en medio del jardín, era un bello panorama, la parroquia, los árboles, la fuente y la hermosura de mi amada, me acerqué a ella y le saludé dándole un beso en su delicada mano, -¿cómo está usted bella dama?- le saludé con esas palabras a lo que ella respondió –Muy bien caballero y más en este momento me siento mas honrada por su presencia-, se puso de pie y empezamos a caminar por toda la plaza, la lluvia empieza a caer y todos se retiran pronto a sus casas, yo reaccioné igual, pero ella me detuvo diciendo –Mi bien amado aprovechemos este hermoso momento, en el cual tengo ganas de expresarte lo mucho que te amo- me acerqué lentamente hacia ella y noté su mirada expresando ese limpio y profundo sentimiento, poco a poco me acerqué a sus labios, solos nosotros dos, en medio de la lluvia, sintiendo ese beso tan nuestro en el cual nuestras almas estando regocijadas en ellas mismas en ese momento y bello paisaje.
Después todo calmó, la lluvia cesó, y nosotros dejamos de besarnos para solo mirarnos –Desde lo más profundo de mí ser, te agradezco por este momento tan bello, en el cual te pude expresar con todo mi esplendor el amor que te tengo, mi amado Franco- dijo ella con su voz expresando con su tono lo emocionada y feliz que estaba, yo solo dije -Mi bien amada espero verte luego, también le agradezco a Dios y a ti por vivir y compartir este soplo de tiempo contigo, mi querida- respondí, seguido de ello ambos nos despedimos y nos retiramos a nuestros hogares, ella subió a su carroza acompañada de su amiga Ximena, la cual ella le ayudó a María José para pretexto de salir con ella de paseo, pero como mencioné antes fue un pretexto para venir a verme, y ella su amiga la ayudó.
Caminé hasta la Calle de San Felipe, que es donde se encuentra mi hogar, entré a mi casa y vi a mi nana con una cara de angustia, le dije –nana ¿que sucede?-, -Ay no que le cuento mi niño, tengo la sangre helada, Juan Carlos el que era su amigo, va a cometer una fechoría, ¡ay no! vino a buscarlo para retarlo a un duelo a espada, se veía pero desesperado, y lo otro es que amenazó con raptar a María José, pero si lo hubieras visto entró todo mojado a la casa con una furia de los mil demonios, – me dijo con su expresión de angustia, y yo le dije -¿Nana puedes repetir lo último que dijiste?-, ¿tenía la furia de los mil demonios? Dijo ella medio desconcertada, -antes de eso- dije yo pensando en una conclusión, mi nana dijo -ah venía mojado- me paré de la silla con el coraje gobernando todo mi cuerpo diciendo –el muy imbécil nos vio en la plaza seguramente, ¡OH no! ¡María José esta en peligro! Juan Carlos es capaz de pagarle a alguien para ayudarle en su plan, pero ¿por qué? ¿Por qué lo hace?, Esta bien acepto el duelo-, -¡mi bebé no lo hagas!- dijo mi nana con mucho temor, -Con Dios y por amor a María José, daré todo- respondí yo con la valentía de todo un verdadero hombre que da todo por amor, -dijo que lo quiere ver a la puesta del sol en el cerro del gachupín (hoy cerro del tesoro), ¡por favor mi bebé, mi niño, tenga mucho cuidado! que Dios me lo cuide, la violencia nunca es buena- dijo mi nana sollozando y dándome un fuerte abrazo, -Así será nana, así será- dije eso al darle el abrazo, después le hablé a mi hermana Victoria que se encontraba en su recámara llorando del miedo de perderme y por el recuerdo de nuestros padres que murieron en ese cerro, le di el mas cariñoso abrazo a mi hermana pensando en que ese sería el último abrazo que le daría, me paré frente a un crucifijo, me hinqué, cerré los ojos y pensé en mis padres pensé en su amor que nos tienen a mi hermana y a mí desde el cielo, pedí con toda mi fuerza la iluminación de Dios para hacer lo correcto, solo yo, ahí rezando frente a la imagen.
Esa noche no concilié el sueño, me sentía preocupado por María José, el pensar aquél pelmazo le hiciera daño, no quiero ni imaginarme de que es capaz de hacer, en eso vi en mi reloj de bolsillo que ya eran las cuatro, tomé mi espada tal y como Juan Carlos me dejó dicho que quería, pero también tomé mi pistola por que si él juega sucio así yo tendría con que responderle, desperté a mi chofer y mayordomo Fernando, solo dije -La hora se acerca-, se levantó y me miró como lo hizo aquél día en que perdí a mis padres, yo solo cerré los ojos y me di la media vuelta para salir de su recámara y esperarlo a que si vistiera y arreglara la carroza.
Siendo las cinco de la mañana, estaba yo en mi carroza camino hacia el cerro del gachupín, con mis ojos cerrados solo pedía a Dios que me iluminara para hacer lo justo y no cometer una barbaridad y si se necesitaba hacerse esperaba que Dios me lo perdonara, abrí los ojos y por medio de una pequeña ventana veía a mi chofer Fernando; otra persona que también como mi nana siempre estuvo a nuestro lado, el también se encontraba angustiado alcanzaba a escuchar que decía – ¡Qué no le pase nada Dios te lo suplico!, ¡Te ruego padre detengas todo esto!- el camino fue largo pasaron dos horas sin hacer paradas, hicimos todo lo posible para no retardarnos, los caballos se veían sedientos y muy cansados, pero a mi lo que me importa es la salud y la integridad de mi amada, moría por saber si estaba bien, llegamos a una parte llana del cerro ubicada a la mitad, lugar en el cual me citó, así fue, el ya estaba ahí esperándome con ese odio, me tenía envidia por que yo siempre fui muy buna persona y cumplía con todo, mucha gente me estima y me conoce por mis escritos y estudios filosóficos basados en San Agustín, me tenía envidia por que yo hacía todo bien y luchaba por ello y él solo quería quitarme todo eso, y de ser mi amigo, pasó a ser mi enemigo.
-Tráiganla- dijo Juan Carlos gritando y dando después un silbido y vi que salieron dos hombres que traían a María José amarrada y amordazada la pusieron justo enfrente de mi, le quitaron la mordaza y dijo –Te amo, no dejes que te mate, yo te amo y confío en ti recuerda que lo nuestro es muy fuerte- aquellos animales la volvieron a amordazar, -¡llévensela!- les ordenó Juan Carlos, luego voltea y me dice con una hipocresía –Ayyy Franquito si vieras que noche pasamos jajajajaja-, -¿Qué le hiciste animal?- dije empuñando mis manos caminando hacia él con todo mi coraje gobernando mi cuerpo, -Calma calma pequeño ingenuo, digamos que solo tomé lo que es mío, como ves no esta golpeada no le puse ni un dedo encima solo lo hago para hacerte sufrir y bien que resultó jajajajaja y ya que termine de adelantar tu muerte pues talvez ahora si disfrute con ella lo que tanto he esperado- dijo él muy cínico con tono de burla pero diciendo la verdad ya que ella no estaba golpeada, totalmente íntegra como él bien dijo, -Entiéndelo muy bien mal parido, aunque volvieras a nacer, ella nunca te amaría, eres tan poca cosa que hasta los gusanos te vomitarían; ¡mal nacido!- le contesté escupiéndole en la cara, desenvainó la espada yo desenvainé la mía y así empezamos a luchar, así cubrimos todo el lugar, dando pasos, giros sin dejar de oírse los golpes de las espadas, después de una ardua lucha, logré tumbarle la espada de la mano, pero en el acto sacó su pistola y me disparó, caí al suelo perdí la noción unos segundos, él ya estaba celebrando la victoria, vi que todo estaba bien al parecer la bala no dañó ni un hueso pero si estaba sangrando, arranque la manga de la camisa y me la amarré para contener la hemorragia, me empecé a parar y el al verme comenzó a correr le disparé apuntándole a los pies, vi que los otros ya se estaban llevando a María José, yo los empecé a seguir, se oyeron dos disparos y los dos hombres cayeron al suelo muertos y mi María José cayó también junto con ellos pero fue por que estaba amarrada y sujeta a ellos, al voltear hacia el lugar de donde provinieron los disparos, vi que era el buen Don Carlos, el padre de María José, don Carlos tenía una excelente puntería, corrió a desamarrarla y a quitarle la mordaza, al mismo tiempo oí que Juan Carlos se estaba arrastrando y lamentándose por lo de sus pies, me paré justo enfrente de él ya sintiéndome un poco débil, le apunté a la cabeza y así estuve varios segundos el me decía entre lagrimas y gritos -¡Mátame vamos ya mátame!, tenías razón no valgo nada, pero vamos ya ¿Qué esperas?- cerré los ojos dejé caer mi arma apiadándome de él, me sentí más débil y caí al suelo, horas más tarde desperté en mi cama, vi a mi bella María José, a su padre, a su Madre, a mi hermana y a mi nana, me dijeron que me practicaron una transfusión de sangre ya que ya me habían sacado la bala, todos estaban felices de saber que ya me encontraba mejor, yo pregunté –¿Quién fue la amable persona que me donó su sangre? Quiero agradecerle por salvarme la vida-, en eso mi bella amada se acerca a mi oído diciéndome –Tu sangre y mi sangre ahora son solo una, TE AMO-.
En cuanto terminó de decirme esas palabras tan bellas, pregunté -¿Y Juan Carlos? ¿Qué pasó con él?-, -le di el tiro de gracia, ese bastardo merecía morir, por haber secuestrado a mi hija.- respondió Don Carlos, dije yo algo angustiado y apenado -Discúlpeme Don Carlos yo no podía hacerlo porque. . .-, -Entiendo hijo yo sé que tú no lo querías matar por que tienes un alma bondadosa y gran corazón, y por temor a Dios, yo lo hice por defender la vida de mi hija- interrumpió don Carlos, -y… ¿Fernando, donde está?- pregunté yo, -Nos hizo el favor de llevar a Ximena a su casa ya que gracias a ella nos enteramos del rapto de mi hija y el por qué del duelo, y esperando lo ya sucedido, y si algún día yo llego a faltar, se que mi hija estará segura a tu lado- contestó sintiéndose muy orgulloso de mí el padre de mi amada.
Ahora que todo ha terminado, la tranquilidad esta de vuelta, deseando que Dios perdone el alma de Juan Carlos.
Me casé con María José al año siguiente, ahora ya tengo una familia, dos hermosas florecitas idénticas, si, así es, tengo dos hermosas hijas gemelas. Mi suegro gustoso de haber conocido a mis florecitas me dijo: “Ahora si me voy tranquilo, pues veo que la dicha reina en tu hogar” y falleció pocos días después del nacimiento de mis hijas.
Mi querida nana derrama su amor a mis dos pequeños tesoros, así como le hizo con mi hermana y conmigo cuando éramos pequeños, ella recordando todo lo que entregó a nosotros y ahora con lágrimas de satisfacción vuelve a recibir en sus brazos dos pequeñas vidas.
FIN
Estimado lector:
El objetivo de este relato fue transportarlo a usted a una Guadalajara que ya no volverá, la del siglo XIX.
Agradezco su atención.
Su servidor:
Luis Octavio Hernández Rea.
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